La adicción a Internet, no reconocida oficialmente como un problema psicopatológico, tiene cada vez más prevalencia y públicamente es considerada un problema potencial similar a los trastornos ya existentes.
Introducción
Lee Seung Seop logró sus 15 minutos de fama de una manera muy trágica. El reparador de calderas de 28 años sufrió un paro cardíaco a raíz de un exceso de juego por Internet que duró 50 horas, durante las que no comió ni durmió. A su muerte, se solicitó una investigación sobre el problema de la adicción a Internet en Corea, donde las estimaciones actuales icen que el 4% de los niños sufre de la enfermedad. Las estimaciones internacionales en los niños varían ampliamente, con una prevalencia en Europa de 1 al 9%; Oriente Medio, del 1 al 12% y, Asia, de 2 a 18%. Sin embargo, estas estimaciones deben ser interpretadas con cierta cautela, ya que el uso de escalas diferentes de cuestionable validez e informes contradictorios hace que las generalizaciones se tornen verdaderamente difíciles.
Por otra parte, el campo se ha visto obstaculizado por las debilidades metodológicas de las investigaciones existentes, entre las que se destaca el sesgo de muestreo. Muchos de los primeros estudios se basaron en encuestas voluntarias de Internet, sin denominadores medibles o muestras convenientes de usuarios de Internet o salas de Chat; pero incluso, más allá de las cuestiones de muestreo, se halla el espinoso debate sobre si realmente existe la adicción a Internet, en forma absoluta como una entidad. No es un trastorno formalmente reconocido en la actualidad aunque está siendo considerado para el próximo DSM-V. Independientemente de si la adicción a Internet se codifica dentro de un marco psicopatológico, es justo decir que al menos existe un problema potencial.
En ausencia de criterios de diagnóstico formales, la mayoría de los investigadores actuales sobre el uso problemático de Internet se guían por el modelo de conducta compulsiva no farmacológica de los juegos de azar y extrapolan la experiencia a la conducta frente a Internet.
Los componentes clave de la adicción son:
- La preocupación por la sustancia o la conducta.
- La repetición de los intentos fallidos para reducirla.
- Los trastornos del estado de ánimo asociados a los intentos de reducción.
- Un mayor uso de Internet que lo previsto o deseado, poniendo en peligro el empleo, las relaciones o la educación o, mintiendo sobre su uso.
Todos estos criterios, al menos teóricamente, pueden ser vistos con el uso de Internet. En efecto, en la mayoría de los círculos académicos, dada la base teórica sólida para considerar que podría haber un problema con el uso patológico de Internet, el debate no es tanto si existe la adicción sino cuán frecuente es. Sin embargo, cabe señalar que existen formas importantes en las que es insuficiente comparar la adicción a Internet con la adicción al juego. Todos los comportamientos o sustancias en las que se ha demostrado que llevan a la adicción, como el alcohol, los juegos de azar, el tabaco o las drogas, tienen limitaciones estructurales en su uso, ya sea por la ley o por la etiqueta social. Es seguro que el consumo de alcohol en la oficina o en la escuela es visto como un problema; por el contrario, es probable que la mensajería instantánea o la navegación por la web no sea tomada de esa manera.
Las influencias culturales obligan y facilitan pasar tiempo «en línea» lo que significa que ser abstemio no es una opción. Dado que se acepta que existe una predisposición genética para las adicciones del comportamiento, se podría asegurar que vamos en vía de que toda la población susceptible desarrolle la adicción.
La investigación existente sobre la adicción a Internet también ha reparado en subpoblaciones específicas que se encuentran en mayor riesgo, incluyendo aquellos con otras comorbilides psicológicas, como el trastorno por déficit de atención (TDAH), la depresión y el aislamiento social. Estos factores de riesgo dan mayor credibilidad a la validez de la enfermedad, ya que también se han asociado a otros comportamiento adictivos, como el abuso de sustancias.
Dado que esta generación de jóvenes está liderando la transición a una sociedad totalmente cableada, merece contar con garantías adecuadas y protección contra los riesgos concomitantes de la revolución tecnológica. Esto es lo que se necesita, y pronto.
En primer lugar, se debe desarrollar una definición de adicción a Internet validada y aplicable tanto a los niños como a los adolescentes por igual. Las medidas existentes diseñadas para los adultos no han sido bien validadas para los adolescentes y muchos de los campos de acción (por ej., interfiriendo con las tareas del hogar o el trabajo escolar) son poco aplicables a estas poblaciones.
En segundo lugar, se necesita comprender mejor los tipos de uso que plantean un riesgo mayor de adicción, desde un punto de vista científico. Por ejemplo, como en el caso de la televisión, lo más probable es que no sea la cantidad de tiempo que se gasta en línea sino cómo se gasta e influyen sus efectos. Los juegos de realidad virtual, en particular, en los que los participantes asumen otras identidades o colaboran con miembros del equipo de todo el mundo, pueden presentar el mayor riesgo de adicción, ya que la presencia frecuente y continua en línea es vital y esperada, por otra parte, la desconexión pueda ser penalizada. El margen de beneficio de estos nuevos juegos, los cuales requieren suscripción, se basa enteramente en mantener a la gente jugando, y por lo tanto pagando. Es así que los proveedores de estos productos ofrecen un incentivo perverso para desarrollar juegos adictivos.
En tercer lugar, es necesario desarrollar estrategias eficaces de prevención primaria, probadas e implementadas. Es importante aplicar métodos de limitación de tiempo de pantalla de todo tipo, pero cada vez es más difícil acceder a ellos en forma generalizada. Los proveedores, padres y profesores necesitan enfoques eficaces demostrados que permitan un uso necesario y saludable de Internet.
En cuarto lugar, también es importante tener un enfoque objetivo de prevención e identificar a los niños más grandes en riesgo de adicción. Los niños con alguna morbilidad psicosocial preexistente pueden estar en mayor riesgo y en ellos, el uso de Internet debería ser controlado más estrechamente y regulado por cuidadores y protectores.
Conclusión
En opinión del autor, la mayor preocupación en el campo de la investigación es la complacencia general hacia la adicción a Internet. En algunos casos, esta complacencia nace de la ignorancia. Demasiados padres simplemente no son conscientes de lo que sus hijos están haciendo en línea y los riesgos a los que podrían estar expuestos.
En el siglo XX, los comentaristas hablaban de una brecha digital. En aquellos días estaba enfocada a la línea económica. Esa brecha se ha reducido o incluso desaparecido, pero la brecha digital del siglo XXI separa a los padres de los niños.
En otros casos, la complacencia nace del escepticismo. De la misma manera que los defensores del tabaco entorpecían las primeras investigaciones vinculadas a la relación del cáncer con el tabaquismo, estos escépticos son rápidos para señalar las limitaciones de las investigaciones actuales, como una forma de cuestionar todo el campo relacionado.
No hay duda de que la investigación de la adicción a Internet está en su infancia y que en el mejor de los casos, la calidad general de los datos existentes es moderada, “pero no nos debe distraer o impedir considerar el tema como un problema emergente serio.”
Fuente: Dr. Dimitri A Christakis, BMC Medicine 2010 8:61.