Dicen que cada vez hay más adictos en tratamiento. La mayoría abusa de psicofármacos -estimulantes y tranquilizantes-, sobre todo las mujeres. También aumentó el consumo de cocaína y marihuana.
Desde hace al menos veinte años, las drogas son uno de los fantasmas que más desvelan a los padres de niños, adolescentes y jóvenes, considerados los más vulnerables ante la creciente amenaza de la adicción. Las últimas estadísticas, sin embargo, revelan que la droga no discrimina edades a la hora de sumar clientes. Por estos días, es entre los mayores de 40 años donde se advierte un incremento en el consumo de drogas legales e ilegales inédito en el país. «No advertí que tenía un problema hasta que el médico me detectó una arritmia y me preguntó si había cambiado alguno de mis hábitos. Me seguía desde siempre y se desconcertó, jamás había surgido en mis controles anuales», cuenta Mabel, que un año después aún no olvida la cara del clínico cuando escuchó que «empezó tomando algo para dormir» y terminó recurriendo a las pastillas «para salir a la calle, para poder trabajar, para llegar de humor a la cena, para todo». Así, de a poco, sin darse cuenta, llegó a tomar un blister entero de ansiolíticos en cuestión de horas. La historia de Mabel, de 48 años, está lejos de ser excepcional. Arquitecta, divorciada y madre de dos nenas, es apenas uno de los tantos casos que encarnan una tendencia que preocupa a organismos e instituciones vinculadas a la problemática de las adicciones: desde el 2001, y con la crisis socioeconómica como principal desencadenante, los adictos de más 40 años no hicieron más que multiplicarse, año tras año. «Creció notablemente el consumo de psicofármacos, sobre todo en el caso de las mujeres. La gente toma de manera abusiva estimulantes y tranquilizantes. También aumentó el consumo de cocaína, marihuana y alcohol, aunque en una proporción menor», revela Diego Alvarez, al frente del Observatorio Argentino de Drogas de la Secretaría para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha Contra el Narcotráfico. «Hace unos años, la consulta de adictos de más de 40 era nula. Hoy, el 18% de los pacientes se encuentra dentro de esa franja», dice José Rshaid, director de Casa de Sur, una ONG con 14 centros abocados a la asistencia y la prevención de las adicciones. También allí los psicofármacos se llevan las palmas entre los mayores. El cuadro suele repetirse casi idéntico: primero, una pastilla que alguien ofrece para aliviar un mal día, para dormir mejor o sobrellevar la angustia de una fea noticia; en breve, el cuerpo que se acostumbra, el umbral que se corre y la persona que aumenta la dosis y/o las pastillas para lograr el mismo efecto que antes; el final: la toma compulsiva, producto de una adicción que pocas veces se reconoce como tal. «Antes, los adictos de más de 40 eran pocos y llegaban por consumo de alcohol. Hoy, 3 de cada 10 pertenecen a esa franja, y el 70% ingresa por otras drogas. Muchos son adictos desde su juventud», dice Cristian Laclau, de la Fundación Manantiales. También en la Subsecretaría de Atención a las Adicciones bonaerense registran la tendencia: los adictos de más de 40 en tratamiento treparon del 8 al 14% desde el 2003. «Creció mucho la consulta, sobre todo de adictos al alcohol. Creo que tiene que ver con el trabajo que venimos haciendo de plantear el alcoholismo como una adicción. La mayoría son alcohólicos de larga data que empiezan a asumir que tienen un problema», dice la subsecretaria Patricia Segovia. En la mayoría de los casos, son los propios hijos los que internan a sus padres. «Papá es alcohólico desde muy joven, pero nunca fue agresivo. Este año murió su mujer, se desmoronó y no tuvo otra que ponerse en nuestras manos. Lo fui a buscar a Bariloche, donde vivía, lo traje a Capital y lo interné. El período de desintoxicación fue terrible, pero lo estoy conociendo por primera vez -dice Laura, 25 años, instructora de yoga-. Siempre sentí vergüenza, lo odiaba. Pero ahora entiendo que está enfermo, lo veo como a una persona. Nunca pensé que haría algo por él, lo daba por perdido y, por el contrario, lo recuperé». La mitad de la vida es, de por sí, una etapa difícil. La famosa crisis de los 40 no es mito. «Es un momento bisagra, que desencadena reflexiones y cuestionamientos duros de sobrellevar -dice Rshaid-. A su vez, los adultos tienen hoy mayores niveles de angustia que hace 20 años, cuando la gente llegaba a los 50 con las cosas bastante resueltas. Hoy lo hacen con mucha incertidumbre, y la droga, para algunos, asoma como un refugio o una manera de tapar agujeros». Si bien la crisis del 2001 es considerada el principal desencadenante, otros factores influyen. «El alto consumo de psicofármacos está relacionado con el estrés y la sobreexigencia que sufren algunos sectores, sobre todo medios y altos. Se da mucho en profesionales y ejecutivos», apunta José Granero, titular de la Sedronar. «Nos preocupa la venta sin receta y el uso indebido de medicamentos. Los datos son tan alarmantes que vino un organismo de la ONU a investigar». «El consumo indebido de psicofármacos está instalado -dice Cecilia Arizaga, investigadora-. Vivimos en una cultura que promueve la automedicación. En ese marco, crece el consumo de remedios que no son para curar sino para estar a la altura de la performance que exige la sociedad, y es grave: no hay percepción del riesgo que eso supone».