Adicciones

El ocio juvenil termina en urgencias de los hospitales

Por la puerta entornada

La diversión que alarma: la «previa» con ingesta de alcohol y los horarios insólitos hasta avanzada la mañana. Los dramas que comparecen por los exceso.

¿Los padres son permisivos, fallan en el ejercicio de la autoridad paterna o se adaptan, a veces por comodidad, a una desenfrenada carrera de los jóvenes por transitar caminos de extremo riesgo? ¿La vida familiar se enfrenta a un comienzo de desintegración? ¿Los discutidos sistemas de educación cambian la forma de vida y se marcha por un rumbo de avasallante precocidad para escapar a la niñez y confundirse en actitudes de adultos? ¿Los cambios que conmueven a las generaciones mayores enfrentan a padres con hijos y enfrían viejas amistades de padres que discrepan por la educación que cada familia da a sus jóvenes vástagos?Todas estas interrogantes las escuchamos analizar pausadamente y también discutirlas acaloradamente.El origen de esa serie de cuestionamientos nace por la forma de disfrutar de los jóvenes -sin distinción de sexo- las horas de ocio. Las voces discrepantes no admiten los horarios de salidas a «beber» y bailar en casas particulares o discotecas y detener esa «marcha» agitada después del desayuno y acostarse cuando el sol está en la cúspide. La «movida» comienza con «la previa». Se encuentran alrededor de la una de la madrugada para «empinar» una o varias cervezas y botellas de alta graduación. Esta es una etapa de alegre conversación, risas y gritos, que aumentan junto con la ingesta de alcohol. Alrededor de las 3 o 4 de la madrugada se inicia la noche festiva. «La música la suben al mango» fue el término de uno de los muchachos refiriéndose al alto volumen, sin mencionar el dolor de cabeza de los vecinos que intentan descansar. De pronto uno de los muchachos pega la voz de «¡Aura!» y los que tienen algún peso en el bolsillo van a zarandearse con las tonadas en onda a la discoteca. Allí sigue la bebida, gritan, saltan y en general en un cambio de moda, bailan chicas con chicas y varones con varones. Lo raro es la danza entre distintos sexos. Es una forma de que todos se diviertan, nadie se desilusiona con quedar en un rincón de «mirón». Y la igualdad de sexos es un hecho que en otros tiempos se le «tildaría» con malos apodos. Pero en forma independiente de los asombrosos horarios de «salida» surgieron los excesos de bebidas alcohólicas. Y la moda de la pollera mínima y la exhibición de los calzoncillos de marca de los varones. La cerveza, la «litrona» o la bebida destilada, se toman por el pico, nada de vasos. Y las consecuencias no demoran en llegar. Los jóvenes entre 14, 15 a 20 años empiezan a no poder disimular los efectos del beberaje. Relatos describen a niñas dormitando su «farra» cerca del puente de la Barra de Maldonado, en la playa; en Montevideo en una esquina de Luis A. de Herrera y en una plazuela próxima a una mutualista sobre esta misma avenida. La hora pasaba las 5 de la madrugada. Pero lo peor que surge de estas noches juveniles es que un alto porcentaje termina en la sala de urgencias de un hospital o una mutualista. «Los comas etílicos» que se veían en personas de más de 30 o 40 años, hoy se tratan en jovencitos con consecuencias dramáticas. «¿Los padres no observan el estado en que arriban sus hijos, ya a plena luz del día?», preguntaba uno de los críticos de la nueva onda de diversión. ¿Qué sucede? Están dormidos por haber ingerido un tranquilizante y no escuchan nada o por el contrario aprietan los ojos, simulando un profundo sueño para no enfrentar el problema. Y en estos meses he presenciado polémicas entre padres-amigos con variados reproches. ¡Los padres temen actuar! Piensan que es una actitud de «padre-amigo» y no padre-guía, incapaces cuando todo pasa de la «raya» de imponer una «penitencia» y cerrar la salida del fin de semana. «¡Los padres somos en la actualidad demasiado permisivos! ¡No sabemos decir no a nuestros hijos y poner ciertos límites!», fueron exclamaciones que oímos repetidas veces. «Si les prohibimos salir y tomar alguna cervecita los estamos segregando de su barra de amigos, la mayoría está con los nuevos sistemas de ocio, no los podemos dejar como unos `huevones`; la vida ha cambiado, no debemos aislarnos del resto». «¡No todos hacen ese tipo de vida, mis hijos y su grupo viven en horarios normales, no llegan nunca más allá de las 2 o 3 de la madrugada y no beben alcohol!», repetían varios, sin extrema seguridad. «Los de la ingesta alcohólica ponen en grave peligro la vida propia y la de los que transitan calmos por las calles», fue la frase casi desesperada de uno de los que objetan el actual sistema. Desenfreno. El Dr. Pedro Amonte, cardiólogo, por años director de servicios de urgencia, de constantes consultas con centros médicos estadounidenses, fue terminante: «Nosotros en el Hospital Evangélico comprobamos en un estudio durante tres meses que en 325 enfermos, el 40% tenía los exámenes del hígado mal, lo cual es un porcentaje terrible. Había personas que bebían desde los 14 años. Los fines de semana aumentan los pacientes accidentados por exceso de ingesta de alcohol. Y no sólo de alcohol: muchas veces la mezcla con drogas los convierte en locos desenfrenados. Las consecuencias son fatales y se ve en los accidentes, unos con la muerte de los protagonistas, otros con secuelas de por vida. Y no solo las graves consecuencias traumáticas en los jóvenes, también en la familia. Todo este drama originado por los excesos tiene además un costo económico impresionante». Para el prestigioso psiquiatra Miguel Ángel Cherro, experto en niños y adolescentes, altamente considerado y de larga trayectoria, existe un cambio cultural que se observa en muchas áreas. Cita como ejemplo las horas en que terminan los bailes: «Son insólitas», define. Y si a ello se agrega el consumo desmedido de alcohol, junto a una conducta transgresora, surge un «cóctel explosivo y nefasto». «No toda la juventud participa de esas nuevas costumbres, pero hay una gran mayoría que sigue este tipo de comportamientos», señala. ¿Cuáles son los motivos que empujan a estos cambios? Para Cherro hay como un borramiento de las fronteras generacionales, hay padres que compiten con el adolescente. Se ve a la madre que usa una pollera excesivamente corta, pujando con la hija. Hace escasos días «me llegó la información» -relata el psiquiatra- que en una fiesta de 15 años madre e hija, en una pérdida de límites, compitieron en el «baile del caño». Luego recuerda el episodio del padre que invitó a sus hijos a salir a pescar en una embarcación y allí tomó la iniciativa para matar peces a tiros. «Me parece una atrocidad. Esto muestra cómo padres pierden la línea de referencia. Y por otro lado la frase que tanto emplean los jóvenes ahora: `no me presiones, no me marques tanto`. El hijo no debe ser hostigado, pero sí debe ser guiado, encaminado, sentir que se preocupan por ellos, lo necesitan. No hay que olvidar que el adolescente termina su desarrollo nervioso a los 21 años y hay muchas cosas que juzga irreflexivamente, que no puede controlar su impulsividad», explica el facultativo. «Los adolescentes buscan la etapa de la euforia que da el alcohol para hacer cosas que normalmente no pueden hacer. Luego vendrá la depresiva, la de agresividad y el coma alcohólico, como broche del drama», añade el entrevistado. «Hay una permisividad mal entendida, se confunde la amistad de padre a hijo. Primero el padre ante todo es padre, lo mismo la madre puede ser amiga, pero primero es madre. En realidad los amigos son otra cosa. Y luego se desesperan ante el desastre, chicas jovencitas que quedan embarazadas y no saben quién es el padre de la criatura, muchachos que se niegan a decir a los padres con quién salen, dónde van, si beben en exceso; hoy las consecuencias son otras, hay muchos más riesgos que años atrás», concluye Cherro. El futuro del país puede estar marcado por estas nuevas generaciones. No debe dejarse que se repita: «Todo tiempo pasado fue mejor…», ya que caeríamos en un abismo que nadie quiere ni desea.
DANIEL HERRERA LUSSICHFuente: www.elpais.com.uy

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