Adicciones

«Su majestad, el bebe»: un modelo de crianza a desterrar


Expertos coinciden en la necesidad de que los padres pongan límites claros a los chicos.


¿Gratificar o frustrar? He ahí una controvertida cuestión que atraviesa a sucesivas generaciones de padres. «Un buen padre es capaz de gratificar y frustrar», dictamina Miri Keren, psiquiatra infantil de la Universidad de Tel Aviv, Israel, en su visita a la ciudad de Buenos Aires para participar del Congreso Latinoamericano de Primera Infancia. Pero admite que la vertiente de la frustración es la más fallida.
 
«Durante años en Israel se sostuvo la tendencia a gratificar a los niños, sin decirles que no para evitar el llanto. Y hoy vemos que cuando cumplen dos años o dos y medio los padres quieren instalar el no, pero los niños se rebelan, como diciendo ¿por qué prohibir lo que antes estaba permitido?»
 
Este modelo laxo de educación también se expresa en el tiempo de amamantamiento. «Es bueno amamantar, pero debes detenerlo en algún momento, y hoy encuentras niños de dos años que en cualquier momento que sienten hambre le levantan la ropa a la madre y toman la teta. Porque las madres no dicen que no. No le dicen que no al amamantamiento y no se lo dicen a subirse arriba de la mesa», se queja Keren.
 
«Gratificar demasiado no es bueno.» Y apuesta al fin de la era de su majestad el bebe. «Es demasiado para el primer bebe cuando los padres ponen todas sus necesidades de lado y se centran en las necesidades del hijo. Por un año o dos puede estar bien, pero después empiezan a sentirse frustrados y encuentran dificultades para construir un nuevo equilibrio entre sus propias necesidades y las del niño.
 
Antoine Guedeney, psiquiatra francés y presidente de la Asociación Mundial de Salud Mental, co-organizadora del citado congreso, se opone a un concepto del pediatra y psicoanalista inglés Donald Winnicott, con vigencia durante décadas: la preocupación maternal primaria, entendida como una capacidad innata de las mujeres a adaptarse masivamente a las necesidades del hijo en los meses posteriores al nacimiento.
 
«No creo que sea necesario para un sano desarrollo del bebe que la madre tenga esta especie de estado «alcohólico» para entender qué es lo que está sucediendo en la mente de su hijo. Es más, pienso que es intrusivo», afirma Guedeney.
 
El arte del equilibrio
 
Una vez cubiertas las necesidades básicas, «no es tanto lo que necesitan los niños», alienta Guedeney: «amor, protección y ordenamiento». Pero recalca la doble vertiente de la función paterna: «también es necesario darles la posibilidad de explorar, hacer su propia experiencia cometiendo errores para que puedan desarrollar confianza en sí mismos; sentirse libres para aprender, jugar y estar con otros solos sin supervisión adulta, sin nuestra ayuda. Cuando ayudamos demasiado no los ayudamos para nada».
 
Ambos profesionales comparten la imposibilidad de sostener un modelo de paternidad perfeccionista y ajeno a las múltiples e inevitables equivocaciones. «Ser un buen padre no significa no cometer errores o no tener momentos de falla de la empatía con el hijo. El punto principal es tener la capacidad de reparar», dice Mirr.
 
Y Guedeney refuerza: «Es importante desarrollar la sensibilidad suficiente como para ver la respuesta del niño a un error y cambiar lo que sea necesario cambiar. No necesitás ser extremadamente inteligente ni excepcional para ser una buena madre, basta con ofrecer protección y amor. Porque el bebe, el bebe normal, promedio, hace el resto del trabajo».
 
Para que todo el engranaje familiar circule en un territorio de salud destaca una variable clave: la parentalidad coordinada. Estén o no en pareja los padres, la mejor opción para los hijos es que los padres tomen decisiones de forma compartida y transmitan las reglas a los hijos en conjunto. «Cuando los chicos quedan atrapados en medio de bombardeos entre padres en conflicto sienten miedo a ser abandonados y, como ellos piensan en sí mismos, se dicen «es mi culpa».»
 
El psicoanalista reconoce que cada vez son más los padres que, tras el divorcio, son capaces de sobrevolar sus propios conflictos para sostener una buena coparentalidad. Variable positiva, destacable en el marco de un modelo de paternidad laxa con falta de límites, que según Guedeney está instalado «en los grupos medios de Israel, Estados Unidos y Europa».
 
VIDEO EN EL CONSULTORIO
 
Las nuevas tecnologías se instalaron en la psicoterapia y los psiquiatras infantiles Miri Keren y Antoine Guedeney usan videos en el consultorio. Con el consentimiento de los padres, la familia es registrada en video durante distintas interacciones de juego. Las imágenes facilitan la observación y reconocimiento de los comportamientos conflictivos. «El modelo ya no es del terapeuta haciendo su sabio diagnóstico -opina Guedeney-. Se está moviendo hacia un trabajo compartido. La propuesta es trabajar cooperativamente y el video es una excelente herramienta para alcanzar esa cooperación.»

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