El consumo de alcohol, en cantidades abundantes y desmedidas, tiene un alarmante crecimiento en la última década. Ya no hay diferencia de sexos a la hora de delimitar quiénes son los que más consumen. Hombres y mujeres, adolescentes, beben casi al mismo nivel.
La diferencia esta que las mujeres cuentan con la “presión” de cuidar su cuerpo y mantener un peso ideal y es ahí donde entra en juego una nueva problemática: La alcohorexia, que afecta a más de 180 mil mujeres entre 18 y 30 años (en su mayoría universitarias) en nuestro país.
Este trastorno alimenticio abre varios interrogantes ¿Cómo logran consumir alcohol y al mismo tiempo no excederse en calorías? ¿Cuál es la forma de encontrar el equilibrio para no subir de peso? ¿Dejar de beber alcohol o dejar de comer? La respuesta: dejar de comer.
El razonamiento con el que se rigen las mujeres que tienen alcohorexia es el de intercambio de calorías. “Hoy a la noche no como porque voy a tomar alcohol (en grandes cantidades) y me voy a pasar” “Como una ensalada que tiene pocas calorías y de esa forma tengo margen a favor para tomar algunas cervezas más”.
Uno de los principales puntos de atención de esta nueva “moda” es que las adolescentes pueden desarrollar una problemática doble: por un lado un trastorno alimenticio (debido a la mala, escasa o nula alimentación) y por el otro una adicción (el alcoholismo)
La alcohorexia tiene distintos perfiles de mujeres que la padecen. Están aquellas que cuentan las calorías que deberían ingerir en una dieta normal para suplantarlas por alcohol, otras directamente dejan de comer para remplazar el valor calórico de los alimentos por bebidas con graduación alcohólica y algunas ingieren alcohol después de haber comido en exceso para provocar el vómito y de esta manera evitar engordar.
Lo cierto es que este trastorno alimenticio genera deterioro de todos los órganos y esto hace que la recuperación sea aún más difícil.