El abrupto final de las clases presenciales y el confinamiento ha llevado a que niños y adolescentes pasen mucho tiempo ‘pantallizados’ y enganchados a las redes sociales, que no están exentas de riesgos.
Una de las peores consecuencias del confinamiento ha sido el excesivo uso de las nuevas tecnologías por parte de nuestros hijos que, en circunstancias normales, probablemente no se hubiera permitido. Si bien en muchos casos ha sido una ayuda para poder teletrabajar, o bien los ha mantenido entretenidos durante las largas horas que ha habido que estar en casa; de ese tiempo delante de la pantalla, buena parte lo habrán pasado en las redes sociales, que no están exentas de ciertos riesgos.
Los peligros no son las redes sociales en sí mismas, sino el uso inadecuado de ellas y el acceso a edades precoces sin ninguna supervisión adulta. Existen muchos peligros descritos, como por ejemplo el sexting, grooming, los ciberchantajes, las adicciones a videojuegos, el acceso a contenidos inadecuados de contenido pornográfico o violento, el ciberbullying, o las apuestas online entre otras.
Parte de los adolescentes de hoy en día viven en un mundo paralelo donde lo que más valor tiene muchas veces son los likes (o me gusta) que reciben de sus seguidores. Inicialmente, las redes sociales suelen proporcionarles felicidad, placer, diversión, pero si esto no se acompaña de una vida social satisfactoria, completa y sana, el constante contacto con el teléfono y con las redes sociales esperando un determinado número de me gusta, envidiando el físico o el nivel de vida de otros, por ejemplo, puede llegar a provocar sentimientos de baja autoestima y de frustración.
Muchos jóvenes se empeñan en colgar su vida en redes, cientos de selfis mostrando su felicidad a veces absolutamente falsa. Buscan el reconocimiento de los demás. Se juzgan unos a otros constantemente. Pueden tener miles de amigos digitales y no tener con quien llorar o reír un rato. La socialización de hoy es online, más que en persona. Los sentimientos se expresan más por emojis que por gestos reales.
Sin embargo, algunos psicólogos hablan de que son más felices aquellos que hacen actividades sin pantallas que los que están mucho tiempo frente a ellas.
No es una patología
Ahora bien, la tristeza digital no es una enfermedad, sino una característica del carácter de muchos adolescentes que están enganchados a su celular, que no terminan de encontrar lo que buscaban en las redes y estos se sienten vacíos a pesar de su éxito en el mundo digital.
Lógicamente, siempre que existe una tristeza desmedida se pueden ir añadiendo otras situaciones que no son nada favorables, como puede ser la pérdida de autoestima, los cambios de carácter incontrolados, la apatía, la adicción a las redes o los videojuegos, y secundariamente se abandonan actividades deportivas o de ocio al aire libre, lo que es menos saludable, aparte de que a veces padecen ansiedad o nerviosismo.
A la hora de sospechar si su hijo presenta tristeza digital, debemos recordar que generalmente los adolescentes son rebeldes, impulsivos, tienen cambios de humor y son en general difíciles de tratar.
Si hablamos de adolescentes es complicado determinar cuánto del cambio de carácter que sufre se debe a un mal uso de las redes sociales, y cuánto al cambio natural. En los niños más pequeños es más fácil detectar cambios en el comportamiento, es decir, un niño que no quiere jugar, que solo quiere estar frente a una pantalla es un niño que nos debería preocupar.