Adicciones

Automedicación: Cuando el diagnóstico lo da Internet

Incertidumbre, angustia o temor”, responde la mayoría ante la pregunta: “¿Qué sentís después de autodiagnosticarte por Internet?”. Sin embargo, vuelven a googlear cada vez que un síntoma los preocupa o que un análisis salió mal.
La tendencia es otra de las tantas que trajo aparejada Internet y que obliga a preguntarse cómo se hacía antes, cuando la red no existía. Cómo se investigaba, cómo se conectaba uno con gente que no veía desde hacía mucho tiempo e, incluso, cómo se enteraba de qué le estaba diciendo su cuerpo. La respuesta a esta última duda es simple: se iba al médico.
No es que la gente haya dejado de ir al médico, pero lo que sí es cierto es que las consultas se ampliaron ahora a la Web.
“La sensación es de dominio de la situación”, asegura María Inés, quien suele buscar este tipo de información en páginas de laboratorios, publicaciones médicas y foros. “Dado que el dispositivo médico por regla general no se digna a explicarte las razones de tus síntomas, informarme por Internet me da la sensación –tal vez falsa, es cierto– de que comprendo lo que está pasando”, se justifica.
Para Elisabet, está claro que “no debería confiar o tomar como veraz” la información que circula por Internet, pero las veces que lo hizo fue para “calmar la ansiedad entre los resultados de algún estudio y la visita al médico”.
Distinto es el caso de Sol, quien le asigna un “90% de veracidad” a su googleo. Ella lo hace a partir de “ex síntomas” y, a partir de allí, se ocupa de discriminar las páginas que considera más confiables. Sol recurre al “promedio”, es decir, a la mayor cantidad de respuestas que se asemejan. Esa confirmación del 90 por ciento está dada por la posterior consulta al médico, claro.
Cuando la información no está chequeada
“El problema es que la mayoría de las personas no sabe cuáles son los sitios que tienen información chequeada”, asegura el jefe de Clínica Médica del Hospital Ita liano, Gabriel Waisman, quien calcula que una vez por día, en promedio, se encuentra con algún paciente que viene con la información “extra” de su casa.
“A veces se agarran de determinados sitios que creen que es la verdad, pero generalmente es parcialmente cierto lo que dicen”, cuenta.
Incluso existen páginas que, al volcar los síntomas, te ofrecen un diagnóstico online y “el pobre paciente dice: ‘Entonces puedo tener cáncer’”. “Son páginas chantas”, considera.
La tendencia no es distinta en el consultorio de Roberto Fayanás, jefe del programa de Medicina Interna General del Hospital de Clínicas. Es más: “Va en aumento”, ratifica.
Fayanás lo ve desde distintas ópticas y detalla: “Hay gente que no tiene cobertura, no puede gastar un mango, entonces está con resfrío, le duele la cabeza, tiene fiebre, busca en Google, concluye que es una sinusitis y compra un remedio para eso”.
La automedicación es otro conflicto, incluso anterior al uso de las nuevas tecnologías, pero que con el arribo de ellas se amplificó, en un país donde 8 de cada 10 argentinos se automedica.
“Después –continúa Fayanás– están los que se hacen un estudio y se encuentran, por ejemplo, con el hepatograma alterado, las transaminasas (enzimas hepáticas) un poquito altas, entonces lo busca en Internet, donde te puede aparecer desde hepatitis y HIV hasta cáncer de hígado”, detalla. El problema reside en que, en ese caso hipótetico, lo que un médico considera son los niveles exactos. “Si el nivel normal es 30 y el paciente tiene 50, seguramente no sea nada grave, pero la información que se recibe a partir de Internet es una mezcla enorme”, destaca Fayanás, quien también alerta sobre el contenido que circula en los foros, donde todos opinan sobre experiencias propias, la mayoría de las veces imposibles de ser replicadas en otros pacientes.
“En el momento –dice Jowi, una ferviente buscadora de diagnósticos–, me creo todo. Cuando tuve cáncer (N. de la R: creyó haber tenido), lloré una semana. Hasta que me hice la ecografía y sólo tenía una triste displasia mamaria”.
“Yo les recomiendo que traten de no investigar lo que no saben. Que si se van a meter en algún lado, que lo hagan en alguna página que esté avalada por alguna sociedad científica”, manifiesta Waisman.
Rocío intenta ser cauta con sus búsquedas: “Hay páginas sobre medicina muy buenas, pero igual nunca lo tomo como la última palabra, porque en medicina también hay que tener en cuenta el contexto, el paciente”.
Fayanás coincide con Waisman: “El consejo más simple es no dejarse llevar cuando uno no tiene conocimiento. Cuando uno entra y lee la información, es muy difícil retroceder”.
Ambos también acuerdan en la importancia de Internet como herramienta, siempre y cuando se la utilice con responsabilidad y siendo consciente de que hay mucha información chatarra circulando.
“El paciente tiene derecho también a saber un poco más acerca de lo que le dijo el médico”, opina Waisman, quien destaca que, con el advenimiento de la Web, hay una “ventaja doble”: “Para el paciente, que puede chequear si lo que el médico le está diciendo es cierto y para el médico, porque es como un examen, porque sabe que el paciente puede investigar por otro lado. Antes el saber quedaba sólo en el médico, ahora estamos más observados”, concluye.
En terapia también
A veces los pacientes necesitan un diagnóstico que los oriente, una “etiqueta” respecto a lo que padecen, como apunta el psicólogo Gonzalo Ares, posgradista en clínica psicoanalítica en niños y adolescentes del Hospital Tobar García.
“Así comienzan buscando en Google o en Wikipedia aquel cuadro que mejor se condice con lo que sienten y, muchas veces, se caratulan erróneamente”, destaca. “La etiqueta, por lo general, no calma ni sirve, apenas les dice, con suerte, cuál es el nombre del cuadro”, agrega.
Pero el Psicoanálisis entiende que los distintos “cuadros” responden a estructuras subjetivas que no son “ni más ni menos que maneras de lidiar con una realidad que es construida”, aclara Ares.
Que una persona reaccione al estrés con un ataque de pánico y otra con un brote psicótico es porque la subjetividad de cada uno “responde” según distintas estructuras.
“Las ‘etiquetas’ que aportan manuales como el DSM-IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) acallan la subjetividad y buscan una estandarización del tratamiento, cuando en realidad cada persona, por una combinación de factores orgánicos, ambientales y sociales, responde a ciertas eventualidades de manera única e individual con, por ejemplo, un síntoma o una somatización”, detalla.
Ares también recibe pacientes que ya vienen con un diagnóstico online. “Cuando alguno trae una inquietud respecto a algo que vio en Internet y cree que coincide con lo que siente, lo pongo a hablar en el análisis, no lo ‘cierro’ acordando que padece tal cosa”, expresa.
Fuente Redacción Z

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