Para el uruguayo común, la prioridad sustantiva en materia de combate a las drogas es seguramente el destierro de la pasta base, motor de incontables delitos y factor principal de los sentimientos de inseguridad que se viven entre la gente. Obviamente, aumentar las penas no es lo único. Pero podría constituir un paso importante que se puede dar de inmediato, para que las sanciones ejemplares ayuden a desalentar tanto a quienes comercian con ella así como también a los adictos que delinquen bajo los efectos de ese alucinógeno.
Un hecho que ha ocurrido por estas horas vuelve a hacernos reflexionar sobre los perjuicios que la droga -y particularmente la pasta base- tienen sobre la conducta de las personas. Según publicó Ultimas Noticias en su edición de ayer, un joven de 19 años se presentó en dependencias de la Comisaría 16ª de la Dirección de Seguridad y declaró que había golpeado a su abuela luego de que ésta intentara convencerlo para que se alejara de la droga.
Así fue que personal de la mencionada dependencia de Seguridad se trasladó hasta la vivienda ubicada en Asís 308 y Sáenz Peña en la Ciudad de la Costa, donde él se estaba quedando para rehabilitación. Cuando los efectivos llegaron al inmueble se encontraron con un terrible panorama: la abuela del muchacho se encontraba sin vida y su cuerpo presentaba señales de un feroz ataque con un arma blanca.
De acuerdo a lo que indicaban las primeras informaciones proporcionadas por la Policía en base a las declaraciones del asesino, el arma empleada sería un machete, con el que le profirió numerosos cortes, puñaladas y heridas diversas.
El asesinato se habría consumado cuando el joven le pidiera a la infortunada señora dinero para la pasta base y ella, una vez más, intentara desalentarlo para que dejara las drogas, pues la finalidad de que viviera con ella era precisamente su alejamiento de los ámbitos donde podía conseguir el alucinógeno. Al no obtener lo que pretendía, el nieto tomó un machete con el que le infirió gravísimas heridas que determinaron la muerte de Loreley Tajada González, de 70 años de edad.
Una vez más queda demostrado entonces que la pasta base, con su desusado poder adictivo, se vende con violencia incluida. A diferencia de otras drogas que también se trafican en el país, la abstinencia convierte a sus consumidores en un peligro para toda la sociedad, al empujarles a cualquier tropelía con tal de obtener una nueva dosis. Y además sus efectos sobre los adictos son devastadores, en lo físico y en lo psíquico, por lo que rápidamente evolucionan a un estado que podría describirse como de chatarra humana.
El efecto que buscan los adictos a esta sustancia es extremadamente corto, por lo que demandan varias dosis por día. Aunque se trata de una droga de bajo costo -lo que es otro factor de su peligrosidad- los gastos en los que incurre un adicto pueden llegar a ser diariamente muy altos, por ejemplo, al consumir 20 dosis que se comercializan en las «bocas» a $ 25 cada una. Lo usual es que para solventar su vicio los adictos empiecen por robar en su casa y a familiares, para pasar luego al arrebato y la rapiña. Y por ese camino, a lo que sea.
Hace no mucho tiempo un magistrado denunciaba que la pasta base estaba en el trasfondo de un altísimo porcentaje de los delitos violentos. La lectura diaria de la crónica policial confirma esta apreciación, en especial cuando se trata de esa mayoría de delitos perpetrados por transgresores que aún no han alcanzado los 18 años, franja de edades en la que se encuentra uno de los mayores grupos de consumidores.
Un trabajo científico realizado por dos investigadores del Instituto Clemente Estable había señalado que «su consumo produce una etapa inicial de euforia e hiperexcitabilidad, disminución de la fatiga, reducción del sueño e inhibición del apetito, seguida rápidamente por una etapa de disforia, caracterizada por la angustia, la ansiedad, la indiferencia sexual y el deseo incontrolable de volver a consumir. En la mayoría de los casos esto lleva a una etapa de consumo ininterrumpido para evitar el malestar de la etapa de disforia. Su consumo repetido produce anorexia, conductas antisociales, conductas violentas, psicosis y alucinaciones. Por otro lado, la detención del consumo es caracterizada por un fuerte y profundo síndrome de abstinencia, que incluye una depresión severa, irritabilidad e ideación suicida».
La complejidad que reviste el combate contra el narcotráfico exige una más esforzada acción policial que permita terminar de una vez con las terribles consecuencias que, como en el caso que señalamos, terminan con la vida de quien quería ayudar a un adicto que, en este caso, era su propio nieto.