Náuseas, aversión a la luz, un dolor que parte la cabeza… En la Argentina, donde se calcula que entre el 50 y el 70% de la población adulta consume bebidas alcohólicas, miles de bebedores recreativos que se «pasan de copas» lo experimentan con cierta asiduidad. Es el cuadro que aparece horas después de haber superado un umbral de alrededor de 0,2 gramos de alcohol por litro de sangre: la resaca.
Hasta ahora, estos síntomas se tomaban como un efecto adverso de la intoxicación alcohólica que, cuanto mucho, incomodaban al bebedor. Pero experimentos en ratones realizados por el equipo que conduce Rodolfo Cutrera, profesor adjunto de la cátedra de Fisiología y Biofísica de la Facultad de Medicina de la UBA, alertan sobre otra consecuencia preocupante: la ingestión excesiva de alcohol puede reducir la coordinación neuromuscular y dañar el bolismo de las neuronas de la corteza cerebral durante 24 a 26 horas, aunque la alcoholemia ya haya bajado a cero. Esto podría interferir con el manejo de vehículos y otros instrumentos.
La resaca es un estado que aparece después de haber bebido mucho en poco tiempo y durante el cual, si se hace una medición bioquímica, se comprueba que la alcoholemia (el tenor de alcohol en plasma o en sangre) es cero.
Para estudiarla, los científicos adoptaron un sistema extremadamente simple: la «cuerda tirante», esquema validado por el doctor Alberto Boveris y colegas en un trabajo publicado en el American Journal of Physiology.
El experimento consistió en darles una inyección peritoneal a ratones de laboratorio con una concentración elevada de alcohol equivalente a unos tres cuartos de botella de whisky, y luego, ver cómo atravesaban un espacio de unos 30 cm por un hilo elevado y atado por sus extremos a dos varillas verticales.
«El animal primero quedaba «patas para arriba» -cuenta Cutrera-. Creo que les sucedía algo similar al coma alcohólico. Sin embargo, podían bolizar lo que habían recibido y a las dos horas se recuperaban. Gracias a la ayuda de la doctora Mirta Alonso, jefa del laboratorio del Hospital Británico, pudimos medir con un espectrógrafo de masa cuánto tiempo después de esa inyección desaparecía el alcohol de la sangre».
Tomando mediciones cada media hora, los investigadores pudieron constatar que a las seis horas de la inyección la concentración de alcohol en plasma era cero o cercana a cero. «A partir de ese momento empezamos a tomarles la prueba», detalla Cutrera.
Lo que vieron fue algo notable. Los animales de control (que sólo habían recibido una inyección de solución salina) se comportaban bien: en un minuto atravesaban la distancia que separaba ambos mástiles utilizando las cuatro patas y la cola. Pero los que habían recibido alcohol tenían un desempeño muy malo: no lograban realizar la tarea, porque no podían usar todos sus miembros y se caían.
«Eso dio origen a nuestro primer trabajo en la revista Alcohol -dice el científico-, donde mostramos cuáles eran los desajustes que había en la coordinación neuromuscular y también en otra prueba llamada «laberinto en cruz», que se utiliza para medir la ansiedad. Consiste en ubicar a los animales en una construcción que tiene dos brazos abiertos y dos cerrados. Los roedores tienen aversión por los espacios abiertos y únicamente van cuando se sienten relajados. Pero los que tenían «resaca» permanecían recluidos en los brazos cerrados, lo que constituye un signo inequívoco de algo similar a la ansiedad».
A partir de esos hallazgos conductuales, los investigadores se preguntaron por el correlato celular, y para estudiarlo se asociaron con el equipo de la doctora Georgina Lores Arnaiz, de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA.
«Vimos que, al cabo de seis horas y cuando su alcoholemia era igual a cero, en los animales sometidos al alcohol la respiración en las neuronas de la corteza cerebral se había reducido a la mitad. Era realmente significativo -cuenta Cutrera-. Y estos efectos perduraban por lo menos 24 horas.»
«Nuestros datos muestran que el bolismo de la neurona está totalmente disminuido -agrega la licenciada en biología Ana Karadagian, que está haciendo su tesis de doctorado sobre este tema-. La célula entra en estrés, y ese estrés es nocivo para la homeostasis [estabilidad] del cerebro.» En la actualidad, los científicos están analizando los resultados de una encuesta a 300 estudiantes.
Aunque no hay estadísticas locales, se calcula que las pérdidas económicas por la ingestión copiosa de bebidas alcohólicas -y tal vez por este fenómeno- son monumentales. «Trabajos de Alemania y los Estados Unidos muestran que los lunes el ausentismo debido a la resaca es muy alto. Como también se registran más accidentes, pensamos que pueden deberse a una falta de coordinación neuromuscular adecuada, una cierta propensión al sueño que influye en el manejo de las máquinas -dice Karadagian-. en esos países, los lunes el rendimiento de los estudiantes está disminuido».
Para el doctor Hugo Míguez, psicólogo e investigador del Conicet que no participó de estos experimentos, los resultados son interesantes porque, aunque la resaca atrae la atención de los laboratorios que buscan un fármaco para contrarrestarla, no hay muchos trabajos que enfoquen la disfuncionalidad que puede causar. «Es todo un hallazgo y es importante una investigación sobre este punto», destacó.
«QUEDO COMO AGOTADO TODO EL DÍA»
La borrachera que puede conducir a una resaca no es algo que pase inadvertidodesapercibido. «Es tremendo, te sentís morir -cuenta D.C. [(no quiso revelar su nombre]), que hoy ronda los cuarenta-. Y ese malestar de terror, en mi caso, sigue hasta que llegan los vómitos. Después, quedo como agotado todo el día».
M. E. G., ya madre de varios hijos, recuerda que durante su adolescencia le pasó algo similar durante una fiesta en Claromecó: «El local donde habíamos ido a bailar cerraba y había preparado clericó mezclando los restos de todas las bebidas que le quedaban -recuerda-. Tenía gusto a jugo de frutas, tomé dos copas y me desmayé. Me caí al suelo. Después estuve mareada y floja durante un rato largo».
La ley sancionada hace algunos días por la Legislatura de la Ciudad dispone «tolerancia cero» para los conductores principiantes: aquellos que saquen el registro por primera vez no podrán tomar ni una gota de alcohol hasta el vencimiento de la licencia. El control de la norma se hace con un espirómetro, que detecta mínimas trazas de esta sustancia en el aliento. Sin embargo, los nuevos hallazgos revelan que incluso con alcoholemia cero una persona que bebió copiosamente podría no estar en condiciones óptimas para manejar. Y como no hay un kit para medir la resaca, lo que queda es apelar a la responsabilidad de aquellos que tomaron en grandes cantidades para que esperen un día para volver a manejar. «Nos pareció importante hacer este llamado de atención», concluye Cutrera.
Por Nora Bär
Diario La Nación
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