Adicciones

Alcohol y grupos, temible combinación

Una paliza a un adolescente en un lugar de vacaciones. Esta vez fue en Pinamar, como antes ocurrió en tantos lados. Siempre con denominadores comunes, con el alcohol y los grupos de jóvenes descontrolados en una línea que une múltiples casos desde la costa argentina hasta las grandes urbes e, incluso, el extranjero, como ocurrió en el balneario brasileño de Ferrugem con la muerte de Ariel Malvino, como tragedia emblemática de la violencia sustentada en el abuso de bebidas alcohólicas. Con 600.000 jóvenes argentinos con evidencias de abuso en el consumo de alcohol, lo sorprendente sería que las peleas no fueran cotidianas.
La Sedronar determinó, en su sondeo de 2010, que esa cantidad de jóvenes de entre 14 y 24 años pasan la medida de cinco tragos en los fines de semana. Un núcleo duro de consumidores que los viernes y sábados quedan a pasos de una potencial trifulca. El consumo de alcohol juvenil está asociado a imaginarios de construcción de identidades, que son legitimados por el grupo de pertenencia. El joven que toma alcohol en soledad es una singularidad, algo inesperado. El consumo es socializado como forma de integración.
En el informe sobre adolescentes realizado por la Sedronar el mes pasado, se indicó: «El consumo recreativo de alcohol durante los fines de semana es, a todas luces, la sustancia psicoactiva mencionada con mayor frecuencia por todos los actores entrevistados, y los boliches o fiestas privadas en donde se consume alcohol en forma desmesurada resultan espacios en los que se generan, manifiestan y recrean en forma permanente episodios de violencia».
En ese trabajo se estudiaron las pautas culturales que llevan a los jóvenes a identificarse con el consumo de sustancias psicoactivas, tanto legales como ilegales.
Consumir para ser aceptado como par, ésa es una premisa adolescente. Y la desinhibición causada por el alcohol deriva, no pocas veces, en agresividad, en peleas por motivos que serían intrascendentes en otros momentos. «Me miró mal», «me dijo algo al pasar» son las explicaciones que los adolescentes dieron a los investigadores de la Sedronar al referirse a los detonantes de los combates cuerpo a cuerpo.
El caso de Pinamar, con un chico golpeado hasta perder el conocimiento, tiene las características generales que se encuentran en los informes del Observatorio Argentino de Drogas.
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La información policial puso en el foco de la agresión a un grupo de jugadores de rugby de Tucumán. Entre Pinamar y Miramar se reparten, en estos días, numerosos encuentros de ese deporte, en modalidades recreativas. En un contexto de elevado consumo de alcohol, grupos de rugbiers juveniles se mezclan con cualquier tribu urbana que busca diversión en la costa.
Que se trate de participantes de un deporte en particular es sólo una caracterización más, dado que los estudios muestran que la relación entre alcohol y violencia corta transversalmente todas las capas sociales.
El imaginario colectivo establece relaciones entre el consumo de alcohol y la agresividad de los rugbiers, de gran potencia muscular y acostumbrados al choque corporal. Y en muchos clubes, como el CASI, intentan desde hace años crear conciencia sobre el peligro del consumo. Es un trabajo social más que necesario.
Por Daniel Gallo
Diario La Nación

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